‘’La inteligencia ha dejado de ser una condición o privilegio exclusivo de las
personas para convertirse en una facilidad dispensada masivamente por medios
artificiales basados en internet. El cerebro humano está siendo sustituido por el
software, mientras que el mundo es cada vez más virtual y lo virtual es cada vez
más real’’. Eso mismo escribí en mi artículo anterior (La preñez del pajarito) y lo
repito ahora porque el cambio que se está presenciando en todo el mundo con la
irrupción de la Inteligencia Artificial es de tal dimensión e intensidad que, estoy
seguro, va a requerir mucho tiempo para ser medianamente asimilado y
comprendido por tan solo una parte de la humanidad, a pesar de que el cambio per
se está afectando -y lo seguirá haciendo- a todos los seres con rostro humano, bien
de manera directa o indirecta.
Una extensa y reflexiva lectura sobre el tema, nos pone en conocimiento de que,
en lo fundamental, el objetivo principal de la nueva tecnología está en la creación
de una inteligencia capaz de razonar, desarrollar y utilizar el intelecto como lo haría
un ser humano. Los chatbots con Inteligencia Artificial pueden generar en cuestión
de segundos respuestas similares a las que podría dar un ser humano sobre
cualquier tema. El proceso se inicia reuniendo palabras o frases clave, a partir de
las cuales el software genera un texto coherente. La Inteligencia Artificial puede
mantener una conversación o redactar textos complejos e incluso, crear imágenes
hiperrealistas que impactan a usuarios de redes sociales y hacerles creer que son
reales. Así tenemos que la facultad de pensar después de haber sido toda la vida
una cualidad natural y exclusiva de las personas, ahora es también un dominio de
la Inteligencia Artificial.
Ese dominio no viene de la nada; viene de una feroz competencia escenificada por
los gigantes ChatGPT y GPT-4, y ahora se agrega AutoGPT, que surge de manera
retadora y avasallante. Según los expertos, la primacía que ahora ostenta ChatGPT
no durara mucho, en razón de que los grandes desarrolladores de Inteligencia
Artificial están compitiendo fuertemente, para hacer de sus proyectos los que
mejor se posicionen en el competido mercado. AutoGPT se caracteriza por su
capacidad de llevar a cabo cualquier tarea, sin necesidad de la intervención
humana. Para Google, que tiene el principal motor de búsqueda del mundo, la IA
es un cambio más en su oferta de negocios, mientras Microsoft dice que está
gestando algo mucho más espectacular que los novedosos chabots.
En medio de la feroz competencia subyace una situación dilemática que permita
conocer con un mínimo de certeza si la Inteligencia Artificial viene para servir de
complemento al trabajo humano o si, por el contrario, se trata de una verdadera
sustitución o reemplazo. Los expertos responden al dilema con la consabida
ambigüedad del optimismo y el pesimismo, pero aceptando de que estamos a las
puertas de una nueva humanidad, después de haber llegado al fin de la privacidad
y la libertad personal. Esos son los riesgos que opacan al panorama.
El mundo vive bajo amenazas de distintas tipologías y la que plantea la Inteligencia
Artificial es una de ellas. En lo cotidiano y además de la incógnita respecto a si la
Inteligencia Artificial viene en reemplazo o complemento de la Inteligencia
Humana, las amenazas ya están mostrando sus efectos. Para confirmarlo, basta las
siguientes situaciones: la pérdida progresiva de la seguridad informática, la
delincuencia digital con fraudes y estafas escandalosas, la merma de la capacidad
de empleo de las empresas y la posibilidad de que la persona sea cada vez menos
inteligente, ya casi forman parte de la realidad prevista.
El tema está sobre el tapete y cada vez toma mayor vigencia. Una apretada
colección de opiniones pone en evidencia al debate. En ese orden, el Nobel de
Economía, Christopher Pissarides, considera que sistemas como ChatGPT pueden
optimizar el trabajo, permitiendo jornadas laborales más cortas con mayor
productividad y en apoyo a esta tesis, el Instituto de Inteligencia Artificial de la
Universidad de Stanford, dice que en Estados Unidosse dieron casi 800.000 ofertas
de trabajo relacionadas con la Inteligencia Artificial durante 2022. Por su parte, el
reconocido investigador sobre el tema, Dan Hendrycks, sostiene en un estudio
reciente que: «si la Inteligencia Artificial essuperior a la de los humanos, esto podría
hacer que la humanidad pierda el control de su futuro». En posición coincidente se
ubica el filósofo e historiador israelí Yuval Noah Harari, cuando afirma no saber con
certeza si la humanidad puede sobrevivir a la Inteligencia Artificial. Harari advierte
que: ‘’si la IA es capaz de dar resolución a múltiples situaciones, entonces los seres
humanos quedan relegados’’. Entre tanto, el gobierno de China emitió
recientemente un documento preliminar de regulaciones para el sector de la
inteligencia artificial, según el cual los textos generados por ella no podrán incluir
contenido que intente «subvertir el poder estatal», «incite a dividir el país» o
«promueva el odio y la discriminación étnicos’’.
Los gritos más sonoros de advertencia sobre el desarrollo de la Inteligencia Artificial
los han dado la Unesco y la ONU. La Unesco ha urgido a los países que apliquen «sin
demora» el Marco Ético Mundial sobre esa tecnología, adoptado en 2021 de forma
unánime por los 193 Estados miembro, mientras que la ONU estima la pérdida de
más de 300 millones de puestos de trabajo si no se detiene el desarrollo de la nueva
tecnología. En coyuntura con esas actuaciones, surge una carta firmada por más de
mil gurús tecnológicos y académicos mediante la cual piden suspender por seis
meses el desarrollo de la IA o arriesgarse a un desastre. «Si tal pausa no se puede
promulgar rápidamente, los gobiernos deberían intervenir e instituir una
moratoria», expresan los firmantes de la carta. En la otra esquina, el fundador de
Microsoft, Bill Gates, se niega a admitir algunos riesgos de la Inteligencia Artificial
y dice estar invirtiendo más de US$ 10.000 millones en su desarrollo.
