El Kremlin dijo el lunes que continúa apoyando al presidente sirio Bashar al Asad después de que una coalición de grupos rebeldes dominada por islamistas tomaran el control de Alepo, la segunda ciudad más importante del país.
«Por supuesto que seguimos apoyando a Bashar al Asad», afirmó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, a periodistas, y agregó que Rusia formulará su posición para establecer «qué es lo que se necesita para estabilizar la situación».
El Kremlin no ha dado indicios alguno de cómo podría aumentar su apoyo, considerando que el Ejército ruso está acaparado por el conflicto en Ucrania.
El domingo Al Asad prometió reprimir con dureza esa ofensiva «terrorista» y subrayó «la importancia del apoyo de aliados y amigos para hacer frente a los ataques terroristas respaldados desde el extranjero», tras reunirse con el ministro iraní de Relaciones Exteriores, Abás Araghchi, que viajó a Damasco.
En 2015 el régimen sirio, con el apoyo militar clave de Rusia e Irán, comenzó una contraofensiva que le permitió recuperar progresivamente el control de gran parte del país.
Un año después recuperó la totalidad de la ciudad de Alepo, pulmón económico de Siria.
Los violentos episodios de los últimos días en Siria, los primeros de esta magnitud desde 2020, revivieron los temores de un recrudecimiento del conflicto en un país dividido en varias zonas de influencia y con enemigos apoyados por diferentes potencias regionales e internacionales.
El Ejército ruso indicó el domingo que estaba ayudando al Ejército sirio para «hacer retroceder» a los rebeldes en las provincias de Idlib (noroeste), Hama (centro) y Alepo (norte).
Se trata de los enfrentamientos de mayor magnitud en varios años en Siria, escenario de una guerra civil que estalló tras la violenta represión de protestas pacíficas en 2011.
El conflicto, que involucró a potencias regionales y mundiales así como a grupos yihadistas, ha dejado medio millón de muertos, millones de desplazados y un país fragmentado. (AFP)
Por qué el conflicto no parece cerca de acabar
La reactivación de la guerra en Siria es la última secuela de la agitación que se ha apoderado de Oriente Medio desde los atentados de Hamás contra Israel el 7 de octubre del año pasado.
Los atentados, y la respuesta de Israel, alteraron el statu quo de la región. Los sucesos ocurridos en Siria en los últimos días son una prueba más de que la guerra que azota a Medio Oriente está escalando, no menguando.
Durante una década de guerra desde 2011, el gobierno de Bashar al Assad sobrevivió porque estaba dispuesto a romper a Siria para salvar el régimen que había heredado de su padre.
Para ello se apoyó en poderosos aliados, Rusia, Irán y el grupo libanés Hezbolá. Intervinieron de su lado contra grupos rebeldes que iban desde los extremistas yihadistas del Estado Islámico hasta milicias apoyadas por Estados Unidos y las ricas monarquías del golfo.
Ahora Irán se tambalea por los duros golpes que le ha infligido Israel, con el apoyo de Estados Unidos, a su seguridad. Su aliado Hezbolá, que solía enviar a sus mejores hombres a luchar por el régimen de Assad en Siria, se ha visto paralizado por los ataques de Israel. Rusia lanzó ataques aéreos en los últimos días contra la ofensiva rebelde en Siria, pero su poder militar está destinado casi en su totalidad a luchar en la guerra en Ucrania.
La guerra en Siria no acabó. Dejó de ocupar el lugar que solía en los titulares, en parte por las turbulencias en el resto del mundo, y en parte porque a los periodistas les resulta casi imposible entrar en el país.
En algunos lugares la guerra se suspendió, o se congeló, pero Siria está llena de asuntos pendientes.
El régimen de Assad no ha logrado recuperar el poder que tenía antes de 2011, el año de las revueltas árabes.
Aun así, hasta hace unos días, controlaba las principales ciudades, sus alrededores y las principales carreteras que las conectan.
Pero una coalición de grupos rebeldes, liderada por Hayat Tahrir al Sham (HTS), irrumpió en Idlib, una de las provincias fronterizas con Turquía, y en sólo unos días (desde el 27 de noviembre) barrió a las tropas sirias en una serie de acontecimientos «asombrosos», en palabras de un alto diplomático internacional.
La actual ofensiva liderada por HTS surge del fragmentado panorama político del norte de Siria. Gran parte del noreste está controlado por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), un grupo liderado por kurdos y apoyado por Estados Unidos, que mantiene unos 900 soldados en la zona.
Turquía es un actor importante, que controla las zonas fronterizas donde ha desplegado sus propias tropas, así como milicias que patrocina. Células ocultas de los restos del Estado Islámico organizan a veces emboscadas mortales en las carreteras que atraviesan el desierto sirio.
Según informes de Siria, las fuerzas rebeldes han capturado importantes suministros de equipamiento militar, incluyendo helicópteros, y están avanzando hacia Hama, la siguiente ciudad importante en el camino hacia Damasco.
La reanudación de los combates en Siria está causando una gran alarma internacional. El enviado de la ONU a Siria, Geir Pedersen, emitió un comunicado en el que afirmaba que «los últimos acontecimientos plantean graves riesgos para la población civil y tienen serias implicaciones para la seguridad regional e internacional (…) Ninguna de las partes o grupos de actores sirios existentes puede resolver el conflicto sirio por la vía militar».
Pedersen añadió que hubo «un fracaso colectivo para lograr un proceso político genuino» que implementara la resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada en 2015. En ella se establecía una hoja de ruta para la paz, basada en el principio de que «el pueblo sirio decidirá el futuro de Siria».
El objetivo era un futuro configurado por elecciones libres y una nueva Constitución. Pero eso suponía que Assad y su familia renunciaran al poder en un país que trataron durante años como su feudo personal. Más de medio millón de muertos atestiguan su determinación de no permitir que eso suceda.
Es demasiado pronto para dar por muerto al régimen de Assad. Cuenta con un núcleo de apoyo genuino. Algunos sirios lo ven como la opción menos mala, mejor que los yihadistas que llegaron a dominar la rebelión. Pero si otros grupos anti-Assad -y hay muchos- se alzan, su régimen volverá a estar en peligro de muerte. (BBC Mundo)