Robar es bueno, de Laureano Márquez

19 septiembre 2022 | Opinión

Laureano Márquez @laureanomar
 
Lo ocurrido esta semana demuestra que robar en Venezuela es genial, si se sabe hacerlo con una buena dosis de cooperación institucional y cinismo. La cuestión es que hay que robar mucho, porque al final lo que quieren estos ladrones antiimperialistas es vivir en el imperio y correr libremente con sus caballos purasangre por las orillas del río Mehicepipi. El secreto es robar mucho y luego cooperar con el gobierno de los Estados Unidos para que se lleve un porcentaje muy alto de lo robado (que nunca volverá al pueblo venezolano al que pertenece) y el ladrón, con el repelente de millones de dólares que ha dejado debajo del colchón, puede vivir una existencia tranquila, abrigado y protegido por las autoridades del país del norte.
 
No se trata solo de ser corrupto, sino de tener un cuaderno donde se anotan nombres y datos de toda la trama de corrupción de la que forma parte. Esta información es la que, proporcionada en el momento adecuado, permitirá al ladrón liberarlo en Estados Unidos con una sentencia reducida.
 
Con la información que obtengan, los jueces realizarán nuevas detenciones y embargos de otras fortunas hasta dar con la bolsa más grande (¡bolsa mosca!, ahora te persiguen), esa que se ha robado apenas una decena de millones de dólares y que, sin la provisión del cuadernillo, se queda sin posibilidad de negociar y en consecuencia de repartir la inmundicia.
 
Lo que roban los corruptos también es negocio, sin duda, para el gobierno norteamericano. Es la transferencia de fondos más brutal que ha hecho un país a otro en toda su historia. Nuestros ladrones de cuello blanco no se roban el 10% de la represa que va a producir la energía hidroeléctrica del país, como lo hace cualquier corrupto decente del primer mundo. Los nuestros se roban toda la represa y encima desvían el río en el que iba a nacer, para también robar el oro, imposibilitando para siempre la construcción de la represa, causando daños ecológicos irreparables y en definitiva dejando al país a oscuras. . En definitiva, el tema es que la cantidad robada por estas propiedades es exorbitante, incalculable, enorme, inconmensurable, hercúlea. Y lo que nuestros corruptos roben en nombre de la lucha antiimperialista, terminará, al fin y al cabo, en las arcas del tesoro de los Yunay Esteys.
 
Robar es, como hemos dicho, un excelente negocio en Venezuela, pero no para los niños que pierden la vida en el J.M. de los Ríos (qué vergüenza con el Dr. José Manuel, un pediatra magnífico) y para toda la gente que muere. de pobreza en hospitales mal dotados por falta de fondos.
 
El robo tampoco es un negocio para las universidades del país, que deben pagar salarios miserables a sus profesores y reducir su actividad por falta de presupuesto, destruyendo la educación, que es el motor con el que avanza una nación. Robar es bueno, pero no para los que trabajan decentemente, duro, durante treinta o cuarenta años y esperan, con el fruto de sus ahorros y su merecida jubilación, concluir su existencia en seguridad y paz. Y éste, si con razón protesta por lo que le pertenece, lo meten en la cárcel el mismo día que sueltan al otro.
 
Esta es la conclusión a la que hemos llegado tras la información aparecida esta semana. Y eso sin tener en cuenta lo que aún no se sabe.
 
Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.

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