La pregunta ¿por qué no hay recogelatas calvos? puede parecer anecdótica o
incluso frívola, pero al desglosarla revela un punto de partida fascinante para
entender cómo el cuerpo humano reacciona a situaciones extremas, cómo los
estereotipos culturales moldean nuestra percepción y cómo las desigualdades
estructurales afectan la vida de las personas más vulnerables. Este
cuestionamiento aparentemente simple nos invita a un análisis más profundo,
que abarca desde la biología hasta la política.
El cabello, aunque a menudo considerado una característica estética, tiene
funciones biológicas importantes. Protege el cuero cabelludo del sol, ayuda a
regular la temperatura y proporciona una barrera contra golpes leves o
abrasiones. En contextos de pobreza extrema, donde las personas están
expuestas a la intemperie, estas funciones se vuelven especialmente
relevantes.
Uno podría asumir que la desnutrición, el estrés crónico y las enfermedades
—todas características comunes de la vida en situación de calle— podrían
conducir a la pérdida de cabello. Sin embargo, la calvicie, particularmente la
androgenética, responde más a factores genéticos y hormonales que a
condiciones ambientales extremas. Esto explica por qué muchas personas en
condiciones de calle conservan una cabellera visible, aunque a menudo
maltratada.
Por otro lado, el cuerpo humano tiene mecanismos de adaptación
sorprendentes. Ante la desnutrición severa, por ejemplo, prioriza recursos para
las funciones más críticas, como el funcionamiento de los órganos vitales. Si
bien esto puede afectar tejidos no esenciales como el cabello, la pérdida
completa suele ser un signo de condiciones extremas y prolongadas, como
deficiencias específicas (zinc, biotina) o enfermedades autoinmunes. Por tanto,
la calvicie total entre las personas en situación de pobreza extrema no es un
fenómeno común.
El imaginario colectivo ha moldeado la percepción de las personas en situación
de calle. En películas, literatura y medios de comunicación, los indigentes son
retratados como figuras descuidadas, con cabellos largos, enredados y sucios.
Este estereotipo ha fijado una imagen mental en la que la ausencia de cabello
pasa desapercibida, incluso si la realidad es distinta.
La calvicie, por otro lado, tiende a asociarse con otros significados culturales:
envejecimiento, sabiduría, enfermedad o poder. Por ejemplo, en figuras
públicas o personajes de ficción, un hombre calvo puede representar autoridad,
mientras que en contextos vulnerables puede sugerir fragilidad o deterioro. Sin
embargo, esta imagen no se aplica tan fácilmente al estereotipo del
“pordiosero”, que se ha cargado de otros elementos visuales, como ropa
desgastada y cabello desaliñado, creando una narrativa visual que prioriza el
descuido más que la ausencia de cabello.
En este sentido, la frase “¿por qué no hay recogelatas calvos?” también refleja
una tendencia humana a fijarse en características superficiales, mientras
ignoramos el contexto social y estructural que subyace a la vida de estas
personas.
Las personas que viven en condiciones extremas enfrentan múltiples formas de
exclusión: acceso limitado a servicios de salud, educación y oportunidades
laborales. La estigmatización también juega un papel importante, ya que a
menudo se asume que su situación es consecuencia de "fallos personales",
ignorando factores como políticas económicas, crisis habitacionales y sistemas
de apoyo social insuficientes.
La pregunta “¿por qué no hay recogelatas calvos?” puede ser interpretada
como una ventana para reflexionar sobre temas más amplios. Biológicamente,
el cabello puede persistir incluso en condiciones de extrema precariedad, pero
cultural y socialmente, lo que persiste es nuestra tendencia a reducir a las
personas en situación de calle a caricaturas o estereotipos.
El verdadero desafío no está en explicar la presencia o ausencia de cabello,
sino en abordar las causas subyacentes que llevan a las personas a estas
situaciones. ¿Cómo podemos construir sociedades que garanticen un techo,
comida y dignidad para todos? ¿Qué medidas debemos tomar para combatir la
desigualdad y la exclusión social? Estas son las preguntas que realmente
importan.
En última instancia, el cabello, o su ausencia, es irrelevante frente a la urgencia
de garantizar que ningún ser humano deba enfrentarse a la intemperie, el
hambre y el olvido. Dejemos de fijarnos en detalles superficiales y
enfoquémonos en lo esencial: la justicia social y la empatía hacia los más
vulnerables.
*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENT
Noelalvarez10@gmail.com