Muy triste el destino de una nación cuyas instituciones civiles y políticas no generen anticuerpos contra la corrupción. Los medios de comunicación tienen el deber ético de constituirse en la primera línea de esta barrera de dignidad, El hecho de que un ladrón del erario escape de la justicia no lo libera de la fuerte sanción moral del desprecio público. Veo con estupor la reaparición de ladrones con aspiraciones políticas bajo la complicidad de la indiferencia institucional. Mal camino para la dignidad del gentilicio. A esta gentuza despreciable hay que aplicarles el «capitis diminutio» romano y despojarlos de la nacionalidad.