El rentismo, entendido como la dependencia excesiva de ingresos generados a
partir de la explotación de recursos naturales o la propiedad de activos sin una
contribución productiva real, es un fenómeno económico que afecta a muchos
países alrededor del mundo, Venezuela entre ellos. Este modelo económico,
aunque inicialmente puede parecer beneficioso, a menudo resulta en
consecuencias negativas a largo plazo, tanto para la economía como para la
sociedad en general.
Uno de los principales problemas del rentismo es que desincentiva la
diversificación de la economía. Cuando un país obtiene gran parte de sus
ingresos a través de la renta de recursos naturales, como el petróleo, los
minerales o la tierra, tiende a descuidar el desarrollo de otros sectores
productivos. Esta falta de diversificación económica puede llevar a una
vulnerabilidad extrema ante fluctuaciones en los precios de los recursos en el
mercado global. Un claro ejemplo de esto es la crisis económica que enfrenta
Venezuela cuando los precios del petróleo caen drásticamente.
De primera mano, los venezolanos sabemos que el rentismo fomenta la
corrupción y la mala gestión de los recursos públicos. Cuando grandes sumas
de dinero se concentran en pocas manos, y no hay mecanismos adecuados de
control y transparencia, es común que surjan prácticas corruptas. Este
fenómeno, conocido como "la maldición de los recursos", ha sido ampliamente
documentado en países ricos en recursos naturales, donde los ingresos
generados no se traducen en mejoras significativas en el bienestar de la
población.
El rentismo también tiende a crear una dependencia perjudicial de la población
respecto al Estado. En casi todos los países rentistas, los ingresos del Estado
provenientes de la renta de recursos naturales se utilizan para financiar
programas de subsidios y beneficios sociales. Si bien estas medidas pueden
ser necesarias en el corto plazo para aliviar la pobreza y la desigualdad, a largo
plazo pueden generar una cultura de dependencia que desincentiva la iniciativa
personal y la innovación. La población se acostumbra a recibir ingresos sin
necesidad de trabajar o contribuir activamente a la economía, lo que puede
llevar a una pérdida de habilidades y una reducción en la productividad laboral.
Otro aspecto crítico del rentismo es su impacto negativo en la democracia y la
gobernanza. En muchos países rentistas, el control de los recursos naturales y
los ingresos derivados de ellos está en manos de una élite política y económica
que utiliza estos recursos para mantener su poder y control. Esto puede llevar a
un debilitamiento de las instituciones democráticas, ya que el gobierno se
vuelve más autocrático y menos responsable ante la ciudadanía. La
concentración de poder y riqueza en manos de unos pocos perpetúa la
desigualdad y dificulta la implementación de políticas que beneficien a toda la
sociedad.
Otro de los males que también nos afecta a los venezolanos, es que el
rentismo tiene implicaciones ambientales graves. La explotación intensiva de
recursos naturales sin una gestión sostenible puede llevar a la degradación del
medio ambiente, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Las
prácticas rentistas a menudo priorizan la ganancia económica a corto plazo
sobre la conservación ambiental a largo plazo, lo que resulta en daños
irreparables a los ecosistemas y a la salud pública.
Para abordar los problemas asociados con el rentismo, es crucial que los
países diversifiquen sus economías y reduzcan su dependencia de los ingresos
de los recursos naturales. Esto implica invertir en sectores como la educación,
la tecnología, la industria manufacturera y los servicios. Además, es necesario
fortalecer las instituciones democráticas y promover la transparencia y la
rendición de cuentas para combatir la corrupción.
El rentismo representa un obstáculo significativo para el desarrollo sostenible
de los países que dependen excesivamente de la renta de recursos naturales o
la propiedad de activos. Si bien puede proporcionar ingresos sustanciales a
corto plazo, los efectos negativos a largo plazo, como la falta de diversificación
económica, la corrupción, la dependencia estatal, la debilidad democrática y el
daño ambiental, superan con creces los beneficios temporales.
La transición hacia un modelo económico más sostenible y diversificado no es
una tarea fácil y requiere tiempo, compromiso y la colaboración de todos los
sectores de la sociedad. Sin embargo, es un paso necesario para garantizar el
desarrollo a largo plazo y mejorar la calidad de vida de las futuras
generaciones. Solo a través de un enfoque integral y sostenible, los países
pueden superar las trampas del rentismo y construir economías resilientes y
prósperas.
*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
Noelalvarez10@gmail.com