Venezuela centró por enésima vez la atención de la Eurocámara esta semana.
Josep Borrell (Pobla de Segur, España, 1947), el canciller europeo, defendió en un acalorado debate su decisión de enviar a Caracas una misión para intentar buscar que las polémicas parlamentarias del 6 de diciembre fueran aplazadas. Un objetivo que no se logró.
Borrell, quien fue criticado por los partidos de derecha por haber enviado una misión que consideran clandestina y secreta, habló con El Tiempo sobre este asunto.
‒Nicolás Maduro no acepta su petición de retrasar las elecciones legislativas de diciembre para dar tiempo a organizar una misión de observación electoral europea. ¿Por qué cree que no acepta el aplazamiento?
‒No era aplazar por aplazar. Lo que quiero saber es en qué condiciones se celebrarían esas elecciones. Las condiciones actuales no son suficientes para enviar una misión de observación electoral.
(El opositor Henrique) Capriles dijo que él estaría dispuesto a presentarse si las elecciones fueran distintas, y el aplazamiento tenía dos objetivos: negociar unas condiciones que permitan a la oposición presentarse y preparar una misión de observación electoral. Pero, aunque tuviéramos tiempo, no mandaríamos una misión de observación electoral si previamente no se dan unas condiciones que ahora no se dan.
‒Condiciones que tiene que aceptar la oposición…
‒Siempre habrá alguien que no lo acepte, pero sí, una gran parte de la oposición tendría que aceptarlas.
‒Cuando usted o sus enviados dialogan con el régimen, ¿lo hacen con el acuerdo de la oposición?
‒Yo no he llegado a hablar directa y personalmente con el señor Capriles hasta hace muy poco. A partir del momento en que Capriles anuncia que él, que ha estado negociando por su cuenta, estaría dispuesto a presentarse, yo hablo con él. Hasta entonces, solo había hablado con el G4 (principal coalición de oposición).
En el curso de estas conversaciones les preguntamos “¿cuáles son las condiciones mínimas que ustedes quieren para presentarse?”. Y nosotros las presentamos al gobierno.
Me dieron cinco puntos que transmití al gobierno y que estuve discutiendo con ellos. El gobierno discutía por un lado conmigo y por otro con Capriles. (El líder opositor Juan) Guaidó entonces, en agosto, ya dijo que daba por cerradas las negociaciones porque consideraba que no se daban las condiciones.
El gobierno nunca dio una respuesta concreta y precisa a las condiciones de la oposición que le hicimos llegar, pero sí demostró una cierta voluntad de ver si era posible acercarse a esas posiciones, que es lo que pedía Capriles.
‒¿Hay división en la oposición sobre la oportunidad de negociar o sobre unas posibles elecciones?
‒Está claro que la hay. Capriles ha venido diciendo que en determinadas condiciones valía la pena presentarse. Y Guaidó no veía esas condiciones en ningún caso. Estamos en un dilema.
Mire Bielorrusia. Las elecciones en Bielorrusia no fueron libres y justas, eso lo sabíamos todos. La posición en Bielorrusia se presenta, a pesar de todo y sabiendo que el juego está trucado.
¿Se puede decir que al hacerlo blanquea o legitima a Lukashenko? No. Está presentándose para poner en evidencia que las elecciones están trucadas.
‒¿La división entre Capriles y Guaidó dificulta la política europea hacia Venezuela? ¿Sería más fácil dialogar si Capriles y Guaidó estuvieran unidos? El primero parece más abierto a negociar que el segundo…
‒Yo vi una entrevista larga del señor Capriles en la que explica su argumento. Dice que no presentarse a las elecciones es un error y que, en determinadas condiciones, no en estas, más vale presentarse para ocupar el espacio político.
En cambio, al señor Guaidó lo hemos visto expresarse en términos totalmente distintos, diciendo que el boicot a las elecciones es parte de su programa de acción. Es una disyuntiva.
‒¿Usted cree que tienen que presentarse a las elecciones en estas condiciones?
‒No, ya dije en agosto que las condiciones no estaban dadas para justificar presentarse. El señor Capriles dice lo mismo. Es que ni siquiera se puede presentar porque está inhabilitado.
‒Usted envió a dos diplomáticos a Venezuela…
‒Era ya la cuarta misión a Venezuela.
En el Consejo de Ministros de Exteriores les dije a los ministros que íbamos a seguir en contacto con el gobierno venezolano a todos los niveles
‒Los partidos de derecha dicen que fue una misión “clandestina y secreta”, que usted no tenía el respaldo de los Estados miembros y que no les había informado. ¿Avisó a los ministros de Exteriores antes de enviar la misión?
‒En el Consejo de Ministros de Exteriores les dije a los ministros que íbamos a seguir en contacto con el gobierno venezolano a todos los niveles, que íbamos a intentar negociar para llegar a un acuerdo para posponer las elecciones.
‒¿A ningún ministro le pareció mal?
‒A ninguno. Pero si me pregunta si les dije que sí iba a mandar a dos personas, pues no porque no se llega a tal detalle.
‒¿Pero ninguno le dijo algo como: “cuidado, no siga por ahí”?, ¿nada así?
‒Al contrario. España y Portugal hablaron muy firmes y muy tajantes diciendo que eso era lo que había que hacer y pregunté a todos si alguien tenía algo que decir. Nadie dijo nada.
En el Grupo de Contacto fue todavía más explícito el apoyo de todo el mundo. Además, antes de que saliera la misión se mandó una carta. El jefe de la misión mandó una carta a todos los directores políticos de los ministerios de Exteriores de todos los Estados miembros diciendo que por instrucción del Alto Representante volaban a Venezuela.
‒¿Algún Estado miembro le ha dicho algo a posteriori desde que se conoció públicamente la misión?
‒No, ninguno. Nadie ha dicho nada. Ya lo hablaremos en el próximo Consejo. Esto más que un escándalo, son ganas de marear la perdiz. Esto solo tiene una explicación, se trata de atacar al Gobierno español por la presunta vinculación de Podemos con el régimen de Maduro.
‒Mientras Maduro tenga el sostén de las Fuerzas Armadas, ¿ve forma alguna pacífica de cambiar al régimen?
‒Mi opinión es que la situación de Venezuela es insostenible. La situación de asfixia económica, de agravamiento de la situación humanitaria. Si tuviera solución fácil, ya la habríamos encontrado. Por eso el intento por parte de la oposición de buscar unas condiciones que permitieran participar en unas elecciones, al menos al estilo bielorruso, no era mala idea.
‒¿Reconocer a Guaidó fue un error? No controla nada y la oposición está dividida…
‒Maduro fue elegido por unas elecciones que reconocimos. Después convocó unas segundas elecciones que no reconocemos como legítimas. Gobernaba con base en la legitimidad de las primeras elecciones. Mientras así fue no podíamos considerarlo ilegítimo.
Cuando se le acaba el plazo y entra en un segundo plazo con base en unas elecciones que no reconocemos, se crea una situación nueva.
Entonces, Guaidó esgrime la Constitución venezolana, dice que Maduro no está bien elegido y que en ausencia de un presidente bien elegido el presidente de la Asamblea, que es Guaidó, es presidente interino.
La mayoría de los países occidentales siguen ese razonamiento. Pero siempre lo hemos dicho así: es el presidente encargado de convocar unas nuevas elecciones, interino, transitorio, con una función concreta. No lo ha podido hacer porque no controla ni la Administración ni el territorio.
‒Pero no había obligación de reconocerlo…
‒No la había, no. Pero en ese momento, la mayoría de los países europeos, especialmente España y Francia, consideraron que era una buena idea para dar fuerza a la oposición.
‒Pero ahora la oposición está divida. No parece el mejor escenario para negociar…
‒No es el mejor escenario y me temo que después de unas elecciones convocadas de una forma no consensuada con la oposición vamos a estar peor. Eso es lo que nosotros nos esforzamos en intentar evitar.
Ahora, al menos la Asamblea Nacional tiene una legitimidad democrática que reconocemos; pero si no se puede presentar la oposición, nos encontraremos con la creciente desinstitucionalización del sistema político.
‒Las sanciones europeas no parecen funcionar. Tampoco las de Estados Unidos. ¿Alguien ha pensado en utilizar la zanahoria y no el palo? ¿Europa puede ofrecer a la jerarquía del régimen algo para que dé un paso a un lado?
‒Eso tiene que ser un resultado de un acuerdo entre venezolanos.
‒Naciones Unidas acusa a dirigentes del régimen de crímenes contra la humanidad. ¿Puede haber personas en la jerarquía que teman por su futuro si el régimen cae?
‒Pero eso en cualquier caso lo tienen que resolver los venezolanos en sus negociaciones. Es difícil y el resultado a la vista está, pero nosotros no somos nadie para conceder impunidades. En algún momento, Estados Unidos ha estado jugando con esa baza.
‒¿El informe de Naciones Unidas que habla de crímenes contra la humanidad condiciona la política europea?
‒Sí, claro. Estamos intentando que haya una misión permanente de la señora (Michelle) Bachelet. La antena que tiene allí la pagamos nosotros.
Hay un acuerdo de colaboración entre el gobierno venezolano y la señora Bachelet porque es una puerta abierta a un mecanismo de Naciones Unidas.
Es bueno que esté allí y que tenga plena capacidad de operación en todo el territorio, que ahora no tiene. Lo primero que tenemos que conseguir es poner los pies en el plato.
Otra cosa son los informes que han hecho un grupo de expertos que no han podido ir a Venezuela y que han recogido testimonios, pero no es comparable a los informes de la señora Bachelet, que es la comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Vamos a pedir al Gobierno venezolano que haga mucho caso a lo que diga Bachelet.
‒¿Qué papel puede tener Colombia?
‒Las relaciones entre Colombia y Venezuela son odiosas, peores no pueden ser. Colombia en el Grupo de Lima es de los países que son más duros con el régimen venezolano, probablemente porque han pagado las consecuencias de la vecindad. Pero es una mala relación que no ayuda mucho.
Este tipo de problemas no se arreglan solamente a través de la confrontación dialéctica, se arreglan a través de una relación que permita construir acuerdos, aunque sean parciales, pero que serán puntos de partida de otros de mayor alcance.(ET)