Ha llegado la hora de la unidad nacional. La insoportable situación del país lo demanda desesperadamente. Es indispensable un relevo del equipo gobernante y, sobre todo, el fin del modelo castro-comunista impuesto por Chávez al país después de su triunfo electoral y de su inmediata conversión, entrega y sumisión al autócrata cubano. Esa engañifa del Gran Comandante es la causa principal de nuestra deplorable situación. Teniendo Venezuela muchísimos más recursos económicos, científicos, tecnológicos y humanos que Cuba ha llegado, gracias a esa “revolucionaria” felonía, a la misma situación de pobreza, escasez, sumisión y miseria que la isla caribeña.
Es hora de acabar con ese sistema obsoleto y comprobadamente errado para sustituirlo por una opción alternativa basada en los principios de la democracia, el Estado de Derecho, la libertad individual, la libre empresa, el mercado abierto, la propiedad privada, el respeto a los derechos humanos y la justicia social. En otras palabras, remplazar el sistema militar-chavista-castro-comunista que nos arruina y agobia por el sistema democrático liberal que nació en el siglo XVIII en Europa Occidental con las revoluciones Industrial y Francesa, que suplantó al feudalismo, la servidumbre y el absolutismo y se perfeccionó con las luchas obreras y el desarrollo económico capitalista de los siglos XIX y XX.
Es también la hora de denunciar con vigor la tradicional ambigüedad, evasiva y cobarde, de quienes se oponen al totalitarismo marxista pero rehúyen la defensa abierta del sistema democrático liberal por miedo a profanar la imagen perversa que de ese sistema construyó el marxismo y sus devotos desde el momento mismo en que el alucinado de Tréveris, en la cuna misma del capitalismo, divulgara su Manifiesto comunista en 1848. ¿No es suficiente el horrible desempeño y el colosal fracaso de la experiencia comunista en la URSS, China y sus países satélites en el siglo XX para erradicar de las tozudas mentes de los “revolucionarios” criollos las alucinaciones del marxismo?
¿Cómo hacer efectiva la unidad nacional con miras al cambio político? Convocando a todas las fuerzas opositoras y al chavismo disidente, ampliando el campo de acción de la MUD para acoger a todas las organizaciones sociales no representadas en ella (ONG, gremios, sindicatos, colegios profesionales, academias, asociaciones civiles, universidades, iglesias, cámaras de comercio y producción, etc., etc.). En fin, aunando los esfuerzos de todos aquellos que no operan en la esfera política pero que comparten con la inmensa mayoría del país el deseo de un cambio político.
Está claro, en primer lugar, que la MUD no puede desaparecer porque es el brazo político de la oposición venezolana, la que ejerce su representación legal y tiene la personalidad jurídica requerida para ello. Su cesación o reforma en estos momentos crearía problemas operativos que serían aprovechados por el régimen en su desesperado afán de conservar el poder. La MUD, tal como está, puede convertirse en el eje promotor y coordinador de la unidad nacional utilizando los medios idóneos para ello: consultas, convocatorias, movilizaciones, reuniones, asambleas, etc., en fin, cualquier género de articulación social capaz de unir las voluntades de todos los opositores, en especial de las descarriadas masas chavistas que sufren hoy los peores embates de la crisis económica y social del país.
La necesidad de una participación ciudadana allende los partidos y los movimientos políticos representados en la MUD salta a la vista. El momento que estamos viviendo es comparable al 23 de enero de 1958 cuando la sociedad venezolana, mayoritariamente opuesta al perezjimenismo, decidió unirse por encima de todas sus diferencias para lograr el fin de un régimen que nunca tuvo legitimidad. Hoy se trata de otro que perdió la suya al divorciarse abiertamente del espíritu y la letra de la Constitución.
Tenemos un plazo muy breve para realizar la tarea. La lucha por el referendo revocatorio y la recolección de firmas nos brindan una oportunidad. No debemos desperdiciarla. Los dirigentes de la MUD y los otros actores políticos y sociales del país saben que este es el momento justo para la gesta unificadora, que dejarlo pasar sería un grave error y una deslealtad con el sistema democrático que tantos sacrificios nos ha costado. Embrollar la lucha por la unidad con disidencias y discursos retóricos es una evasión, una huida, una acción propia de quienes no son capaces de involucrarse en una lucha noble y generosa que trascienda sus particulares intereses y perturbe la relativa calma personal (hoy casi imposible de lograr).