La Misión Ciencia, lanzada en 2006 por Hugo Chávez con inversión superior a 700 millones de dólares para frenar la fuga de talentos y fortalecer la investigación, terminó en fracaso: Venezuela es hoy el país más rezagado en producción científica de América Latina, más de 2.200 investigadores migraron, las universidades sobreviven con presupuestos precarios y los profesores apenas ganan cuatro dólares al mes.
Klaus Jaffé no esconde la incomodidad cuando alguien fotografía el laboratorio que fundó en 1980 en la Universidad Simón Bolívar (USB). El espacio, antes rebosante de estudiantes y experimentos con insectos, hoy luce como una cápsula detenida en el tiempo: escritorios polvorientos, pizarras con apuntes borrados y plantas marchitas. “Me da pena que lo muestren así como está”, dice este químico emérito en declaraciones para la Red de Periodistas de Investigación de Venezuela y CONNECTAS.
Hasta hace dos décadas, el lugar contaba con técnicos, 25 estudiantes de posgrado y una de las colecciones de hormigas más grandes de América Latina. Hoy apenas quedan vestigios de esa riqueza científica. Según la Asociación de Profesores de la USB, en los últimos cinco años renunciaron más de 200 docentes.
Las condiciones precarias de este laboratorio son apenas un reflejo del deterioro estructural de la ciencia venezolana. Una de las principales causas, coinciden investigadores, fue el fracaso de la Misión Ciencia, el ambicioso programa lanzado por Hugo Chávez en 2006.
El 19 de febrero de 2006, durante su programa Aló Presidente, Chávez anunció con entusiasmo la puesta en marcha de la Misión Ciencia. El proyecto tendría presupuesto inicial de 437 millones de dólares provenientes de Citgo, filial de Pdvsa, y buscaba frenar la fuga de talentos, incentivar la investigación y generar independencia tecnológica.
En apenas tres años, el programa recibió más de 708 millones de dólares. Con esos fondos se planeaba formar talento humano, crear cinco centros de investigación, modernizar laboratorios y financiar proyectos de desarrollo tecnológico. Sin embargo, solo se construyó un centro en 2008 y los fondos ejecutados representaron apenas 30% del total asignado.
Los informes oficiales de la época ya revelaban inconsistencias: proyectos sin recursos pese a presupuestos millonarios, obras inconclusas y manejo opaco de las cuentas.
Del auge petrolero al estancamiento científico
Entre 2006 y 2008 Venezuela vivía una bonanza petrolera sin precedentes, con el precio del crudo que superaba los 120 dólares por barril y no existían sanciones internacionales. En ese contexto, la ciencia recibió fondos inéditos. Sin embargo, los resultados no llegaron.
Datos de SCImago Journal and Country Rank indican que Venezuela perdió terreno en la producción científica regional. En 2006 fue desplazada por Colombia y a partir de 2009 comenzó a mostrar tasas negativas de publicaciones, tendencia que se mantiene hasta hoy. En 2025, el país ocupa la undécima posición en América Latina, cuatro lugares por debajo de la que tenía al inicio de la Misión Ciencia.
El retroceso también se refleja en el registro de patentes: mientras en 1999 Venezuela promediaba 23 patentes anuales, en 2019 apenas logró 2, ambas privadas.
Ideología contra ciencia
El sociólogo Rigoberto Lanz, principal ideólogo de la Misión Ciencia, reconoció en 2010 que el programa fue “engullido por la burocracia ministerial”. Otros investigadores apuntan a un problema más profundo: la ideologización.
Benjamín Scharifker, exrector de la USB, sostiene que la narrativa oficial tachó a la ciencia de elitista y buscó “convertirla en popular”, diluyendo la diferencia entre conocimiento científico y conocimiento empírico.
Claudio Bifano, presidente de la Academia de Ciencias de América Latina, coincide: “El retroceso comenzó cuando se improvisaron cargos y se subordinó la ciencia a la política”.
Universidades en resistencia
Mientras la Misión Ciencia naufragaba, las universidades autónomas sufrieron duros recortes presupuestarios. En 2008 el gobierno negó más de 40% de los recursos solicitados por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Para 2024, la Universidad de Los Andes (ULA) apenas recibió 3% del presupuesto requerido.
La consecuencia ha sido un colapso progresivo: laboratorios cerrados, edificios vandalizados y matrículas estudiantiles en caída. La Facultad de Ciencias de la UCV pasó de 4.287 estudiantes en 2006 a cerca de 2.000 en 2025. En la ULA, la carrera de Matemáticas inscribió a un solo alumno este año.
En la Universidad del Zulia (LUZ) los pasillos están llenos de muebles rotos y laboratorios clausurados, mientras en la Universidad de Oriente (UDO) las llamas consumieron su infraestructura central entre 2019 y 2020.
Los salarios hacen inviable la permanencia del talento. Un profesor titular gana menos de 4 dólares al mes y las becas estudiantiles rondan la misma cifra.
La fuga de talentos
Más de 2.200 investigadores emigraron desde 2006, lo que equivale a una cuarta parte de la comunidad científica venezolana. El biofísico Jaime Requena documenta que este grupo producía más de un tercio de las publicaciones del país.
Algunos, como Andrés Yarzábal, encontraron continuidad en el extranjero. Tras estudiar bacterias en el glaciar del pico Bolívar, se mudó a Ecuador, donde hoy es profesor titular en Cuenca. Otros no han tenido la misma suerte y se ven obligados a trabajar en empleos alejados de la investigación.
La pérdida no es solo de capital humano: en 2019, un apagón de cinco días derritió las muestras de hielo del último glaciar venezolano almacenadas en la ULA, símbolo del colapso de la infraestructura científica.
Una nueva misión con viejas dudas
En abril de 2024, Nicolás Maduro anunció la Gran Misión Ciencia, Tecnología e Innovación Dr. Humberto Fernández-Morán con el objetivo de “impulsar la cultura científica”. Como emblema inauguró la Universidad Nacional de las Ciencias, moderno edificio construido en terrenos del IVIC.
La institución presume de 16 carreras de pregrado, un comedor estudiantil y una biblioteca virtual. Sin embargo, cuenta con solo 12 aulas y carece de laboratorios propios. Sus estudiantes dependen de los del IVIC.
Entre mayo y octubre de 2024, la nueva misión reportó haber financiado 744 proyectos con 13 millones de dólares, apenas 2% de lo que recibió la primera Misión Ciencia en sus primeros años. Para muchos investigadores, se trata de un relanzamiento más simbólico que real.
No todos los científicos venezolanos conocen la existencia de esta universidad. Una profesora de la ULA se enteró por redes sociales y confesó sentir “una patada en el estómago”: “¿Cómo construyen esa universidad mientras las nuestras se caen a pedazos? Entonces no es que no hay dinero, es que lo usan con fines políticos”.
El sentimiento refleja una percepción compartida: la ciencia en Venezuela ha sido víctima de abandono deliberado.
De promesa a advertencia
La Misión Ciencia nació como un plan para evitar la fuga de talentos y terminó acelerándola. Hoy, con universidades devastadas, salarios indignos y laboratorios vacíos, el país más rico en petróleo se convirtió en el más rezagado de la región en producción científica.
El fracaso del programa de Chávez, admitido incluso por sus propios ideólogos, es visto por los investigadores como una advertencia: sin políticas coherentes, recursos sostenidos y autonomía, la ciencia no puede sobrevivir.
Mientras tanto, en los pasillos vacíos de la UCV, la USB, la ULA y la UDO, los pocos profesores que resisten se aferran a la esperanza de que algún día, más allá de misiones y promesas incumplidas, la ciencia venezolana vuelva a florecer.
