Disminuyen los femicidios, pero aumenta la violencia de género contra adolescentes

18 noviembre 2024 | Sociedad

Dentro de casa, detrás de la puerta. En silencio, con miedo y solas, muchas mujeres venezolanas conviven con la violencia de género. Día a día, se sobreponen a una realidad dolorosa, normalizada. La mayoría de las veces son pocas las opciones que tienen las víctimas: no pueden huir, no saben a dónde ir o cómo hacerlo. Algunas, en ocasiones, piden ayuda. Intentan sobrevivir. No todas lo logran.

Corre el año 2020. Es de noche. Una mujer se encierra en su cuarto: afuera, su esposo sostiene una correa y  amenaza con pegarle. La mujer, aterrorizada, llama a una profesional, Ofelia Álvarez, psicóloga en FUNDAMUJER con 37 años de experiencia en el tema de la violencia contra las mujeres. La experta intenta ayudarla, pero la víctima se aferra a sus temores. La llamada termina. A los días, Álvarez se entera que la joven logró salir ilesa. No hubo herido esa vez, pero tampoco sabe si hubo más veces, no volvió a llamarla. Álvarez sabe que hizo su trabajo al recomendar más sesiones de ayuda psicológica, aunque no está feliz con el resultado.

La mayoría de los casos de violencia de género y femicidios en Venezuela ocurren en el entorno privado de las víctimas. Una joven de 16 años es obligada por su madre a tener relaciones sexuales con un vecino a cambio de recursos económicos. Una mujer denuncia a su agresor, las autoridades lo detienen hasta que un juez lo libera a pesar de tener antecedentes por homicidio; una vez libre, asesina a quien lo denunció. Un hombre acaba con la vida de su pareja, se trepa por el techo y entra al baño para acabar también con la vida de sus hijos. Ocurre todo dentro de casa. El Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) determinó que, en al menos 40 de 64 casos registrados en 2024, el agresor es un conocido o familiar de la víctima.

La mayoría de los victimarios son parejas de la víctima. De acuerdo con el OVV, de 64 femicidios, en 28 había una relación sentimental con la víctima, 5 eran  vecinos, pariente consanguíneo 3, otros conocidos 3, padres y padrastros 1.  Las cifras revelan una marcada preponderancia a la violencia en el ambiente íntimo aun cuando en el país está penalizada con 20 a 25 años de cárcel por la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Promulgada en 2007 y modificada en 2014, Venezuela tiene un marco legal amplio para defender a las mujeres, pero poco se cumple.

Todas las mujeres son víctimas potenciales de maltrato, destaca la ley. Violencia doméstica, intrafamiliar, amenazas, acoso, coacción, chantajes, ofensas, atentados a la integridad física, maltratos y agresiones. La ley es bastante específica en las acciones violentas penalizadas. Se incluye también la violencia psicológica, amenazas, hostigamientos, prostitución forzada y esclavitud sexual. Incluso se penaliza la violencia obstétrica y el ciberacoso. Muchas veces, todo queda sobre el papel.

Es frecuente que las víctimas no denuncien a sus agresores y solo se llega a conocer su caso cuando es demasiado tarde: el femicidio se consuma y se reporta en medios de comunicación. Las secciones de Sucesos pasan a ser la fuente de información para Utopix, el Centro de Justicia y Paz (CEPAZ), el OVV o el Instituto Prensa y Sociedad Venezuela (Ipys). Organizaciones que destacan que sus números son un subregistro debido a la falta de cifras oficiales sobre violencia de género en el país.

30% de los casos se denuncian, el otro 70% no, destaca Iris Rosas, coordinadora del OVV, sede Región Capital.  La recomendación a las víctimas, señala Cristina Ciorda, coordinadora de Incidencia de CEPAZ, es denunciar, es el primer gran paso.  “La violencia escala, cosas pequeñas se pueden convertir rápido en algo muy grande. Cuando se denuncia se abre la posibilidad de que haya precedente o se den algunas limitaciones de contacto. Como mínimo, se logra un registro”, explica. Según las cifras de la organización, en el primer cuatrimestre de 2024 se reportó una acción femicida cada 33 horas. Una diferencia significativa con la primera semana de octubre: CEPAZ contabilizó una acción femicida cada 19 horas.  La ONG Utopix, por su parte, contabilizó este año un femicidio cada 47 horas y un femicidio frustrado cada 38 horas en los casos reportados por medios de comunicación.

Violencia de género: ¿cuáles son las cifras en Venezuela?

El OVV, en sus 15 observatorios en el país, determinó que hasta el 30 de septiembre en 9 entidades hubo 64  femicidios. La Región Capital tiene el mayor número con 19, sigue Zulia con 12 y Aragua con 9. De 64, 23 fueron víctimas letales entre 25 y 44 años. “Estamos hablando de mujeres jóvenes adultas que son más vulnerables que otras”, explica Rosas.

En los primeros cuatro meses del año, CEPAZ documentó 58 femicidios consumados y 27 femicidios en grado de frustración. Utopix, por su parte, contabilizó 125 posibles femicidios en los primeros ocho meses. Hay un incremento en los posibles femicidios frustrados, 14 casos, y 9 femicidios de venezolanas en el exterior, específicamente en Colombia, Ecuador, Perú, Argentina y Portugal.

Estas últimas cifras, afirma Aimee Zambrano, investigadora, antropóloga y comunicadora miembro de Utopix, aumentaron. “Hay países que se agregan, Colombia siempre es el país con más casos. Este año en Portugal ocurrieron 2 femicidios, eso llama la atención. Muchos están asociados con el crimen organizado, son mujeres víctimas de redes de trata que terminan siendo asesinadas. Mujeres extorsionadas que por no pagar son asesinadas. Casos en los que el agresor es residente del país receptor y otros donde es venezolano. Eso indica que la situación de violencia comenzó en Venezuela y estalló en el país al que migraron”.

Los números varían pero no dejan de ser alarmantes, más si se trata de un subregistro. El OVV determinó que aunque los femicidios disminuyeron, aumentó el número de víctimas de violencia de género no letal.  “En 175 casos la mayoría de las víctimas no letales se encuentran en la población de niñas y adolescentes hasta los 19 años. 48% son adolescentes. El aumento de la vulnerabilidad de niñas y adolescentes está reflejado aquí. Hay que actuar, definitivamente, para proteger a este grupo. También las adultas jóvenes entre 20 y 44 años, con 56 casos registrados, son vulnerables. Inferimos que es en esta población en la que están la mayoría de los femicidios frustrados. Hay que llegar a estas mujeres, orientarlas y sacarlas de ese ambiente de violencia”, enfatiza Iris Rosas.

Las adolescentes entre 12 y 17 años representan el mayor número de víctimas de violación, agresiones sexuales o explotación sexual con 32 casos registrados por el OVV. Al englobar los datos de la violencia letal y no letal se llega a la cifra de 233 casos. “La violencia contra la mujer termina siendo mayor. Esto es preocupante. A pesar de que en términos de homicidio parece que la mayoría son hombres, cuando ves las cifras de violencia no letal te das cuenta de que la mayoría de las víctimas en el país son mujeres”.

Es necesario, dice Cristina Ciorda de CEPAZ, difundir y hacer ver que el problema existe y no se trata de  una violencia cualquiera. “Sí, a los hombres también los matan, ¿pero quién? La probabilidad de que haya un asesino masculino es de 5 a 1. Por supuesto, los hombres son víctimas de violencia, pero ¿quién es el victimario? Es importante especificar esto porque es una manera específica de generar violencia”. Mientras mejor se entienda el problema, mejor se va a reportar y, en consecuencia, los observatorios podrán relejar mejor la dimensión de la situación.

La esperanza de una vida mejor

La violencia de género es un problema multifactorial con varias causas subyacentes. Zambrano, Utopix, como Ciorda de CEPAZ coinciden. El primer factor es la sociedad patriarcal y machista en la que la violencia evita que las mujeres se salgan de los roles o estereotipos. “Se ve en las noticias que hay femicidios porque la mujer no tuvo la cena lista, porque quieren separarse de un agresor, porque se fue de fiesta con cierta ropa”, señala Zambrano. El machismo, rescata Ciorda, también influye. No es un problema de hombres, es un problema de personas, insiste. “Las mujeres 100% podemos ser machistas. Esa manera de entender las relaciones en la sociedad es el caldo de cultivo para la violencia de género”.

Álvarez profundizó sobre el perfil del hombre maltratador en su maestría de Psicología Social. Allí determinó que estos agresores son grandes manipuladores que aprendieron a serlo en una masculinidad mal construida y perversa dentro de los estereotipos sociales que les dictan lo que es “ser hombre”. La violencia podría ser además una manera para demostrar poder entre pares, destaca Zambrano, citando a la feminista y antropóloga argentina Rita Segato. Con la violencia demuestran qué tan fuertes son ante otros hombres.

 Hay otros factores que inciden en la violencia de género: la cosificación de niñas y adolescentes a las que se ve como un objeto que le pertenece ya sea al padre, hermano, hijo o pareja. “Como es un objeto puedo hacer lo que quiera con ella”, explica. Influye, por supuesto, la impunidad y revictimización por parte de instituciones del Estado.  “Muchas veces se desconoce al victimario. A veces huye y no hay un proceso judicial porque, si el victimario tiene un estatus social alto, se oculta su identidad. Incluso no se enjuicia, estamos hablando de corrupción. Es una dificultad enorme que tiene el proceso de investigación y el sistema de justicia”, señala Iris Rosas.

Considera Rosas que no se han tomado medidas ni respuestas institucionales adecuadas. Aunque existe un marco legal no siempre se aplica. Las mujeres, insiste, no reciben protección a tiempo porque las denuncias no se atienden. “El sistema de justicia tiene que buscar la manera de protegerlas y defenderlas. Las mujeres necesitan más protección. Se encuentran en riesgo y seguirán muriendo aunque haya una ley porque esta no tiene una aplicación eficaz”.

La industria cultural también influye: los mensajes terminan normalizando la cosificación y la violencia muchas veces asociada a una visión romántica del control de la pareja. “Si te cela, te ama, el celo no es malo sino sinónimo de amor. Por supuesto, eso afecta”, comenta Zambrano. Ciordia añade que en Venezuela está normalizada la violencia y no solo la de género. El venezolano, asegura, es muy tolerante son situaciones que no deberían ser toleradas.

La emergencia humanitaria compleja que atraviesa el país es otra causa y afecta de forma diferenciada a las mujeres, quienes suelen tener una mayor carga de cuidado en la familia. Si se va el agua, por ejemplo, afectará de forma diferente a la mujer a cargo de la limpieza o la preparación de la comida. A eso se suma todo el tema de la crisis política y social. Si ya hay un clima  de frustración  en un hogar, explica Zambrano, y se da una situación detonante como un ambiente político complicado, la agresión incrementa en el espacio íntimo.

“Todo hace más vulnerable a la mujer y cuando una persona se encuentra en una situación de vulnerabilidad, corre mayor riesgo de ser víctima, de aceptar violencias y no buscar distancia de un agresor puede ser también un soporte financiero o emocional. Todas estas piezas del rompecabezas, ninguna por sí sola, sino todas y cada una en su lugar, son parte de las causas de la violencia de género”, rescata Ciorda.

Plan de Emergencia: mitigar la violencia

Ante el escenario complejo de la violencia de género, desde Utopix se considera  imprescindible desarrollar un Plan de Emergencia Feminista para la prevención, atención y mitigación de la violencia de género. Es decir, que todo el cuerpo del Estado se avoque a la problemática. Esto implicaría un aumento de los presupuestos del Ministerio para la mujer y que todos los demás ministerios intervengan.

“El Ministerio de Comunicación debería hacer campañas permanentes sobre  la violencia de género, sus tipos y cuáles son las líneas para denunciar. Hay un Ministerio de Educación que debería tener planes dirigidos a niñas y adolescentes para hablar del tema acorde con su edad, lo que implica también crear protocolos de acción”, añade. Insiste en hablar del tema con las niñas y adolescentes porque las ayudará a blindarse para que reconozcan cuándo están ante una situación de violencia de género. El Ministerio de la Vivienda, además, debería enfocarse en la creación de las casas de abrigo, una deuda pendiente que tiene el Estado con las venezolanas”. Según Ciorda debería haber una por cada municipio. “Tenemos conocimiento de que existen 2. Faltan 248”.

El plan debería contemplar talleres para funcionarios del Estado. El Ministerio de Trabajo debería tener ofertas laborales para las víctimas. “Deberían estar todos los ministerios trabajando juntos. Hay algunos planes, dirigidos por el Ministerio de la Mujer, pero son como pañitos de agua tibia. Sabemos que no se dan abasto con la cantidad de casos que ocurren”.

Conocer, denunciar y actuar

Lo primero que debe hacer una víctima de violencia de género es reconocer que los tratos que está recibiendo deben denunciarse. Hay algunas señales que pueden alertar a las mujeres como los  chistes descalificadores, amenazas, manipulaciones, desplantes, reclamos en sitios públicos, bofetadas-caricias, empujones, pellizcos, imponer prohibiciones, entre otras.

Una vez se reconoce el problema es importante que la víctima pida ayuda, denuncie y se asesore emocional y legalmente. Esto es importante porque la violencia suele escalar. Para ello, existen organizaciones e instituciones del Estado que podrían prestar ayuda como CEPAZ, Utopix, FUNDAMUJER, entre otras. La Universidad Central de Venezuela (UCV) publicó un directorio con los centros y números de teléfono disponibles.  “Raro es encontrarse el caso de un femicidio que se dé en un primer encuentro entre dos personas”, señala Ciorda.

Es importante no convivir ni compartir espacios físicos con el agresor porque en estos se consuma el femicidio. “Quienes estamos afuera podemos creerle a una persona que nos habla de este tipo de situación y en la medida de lo posible brindarle apoyo”, añade Ciorda.  Si una víctima de violencia se acerca en busca de apoyo, la psicóloga Olga Álvarez aconseja poner en práctica la empatía, escuchar y reconstruir su historia y, sobre todo, evaluar posibles riesgos. “No todos los profesionales de salud mental están preparados si no han tocado el tema antes o asistido a alguna capacitación. Pueden más bien apuntalar las inseguridades de ella”.

El siguiente paso sería dar más talleres de sensibilización, tanto para los profesionales de la salud como medios de comunicación y funcionarios. El trabajo es seguir visibilizando y llamar la atención para llegar a aquellas víctimas potenciales. Abrir la puerta de ese hogar donde conviven con el miedo y la violencia para ofrecer apoyo, sin juzgar, hasta que la vergüenza de denunciar cambie de bando.  (EN)

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