El general Padrino López, en uso de su investidura política y militar, saltando con garrocha el 328 constitucional, en mensaje a la oposición, pontifica que “no hay camino alterno al diálogo para resolver los conflictos”. Este mensaje deber ser para Maduro, tiene que decirlo a Cabello y a los instigadores de los colectivos, no a nosotros que lo sabemos y lo hemos practicado desde el comienzo de los tiempos democráticos en este país devastado por la violencia y altanería chavista.
Exactamente como en Colombia se usó la paz como coacción, aquí en este derruido país hambriento y mísero, sometido a la vergüenza internacional por 18 años de gobierno forajido, se usa el diálogo como ariete político. Quien rechace el diálogo quiere la guerra civil y lo agarra el Sebin. La oposición debe renunciar a sus luchas democráticas para complacer a cuanto zopilote quiera el premio Nobel de la Paz. El diálogo como botín. Un diálogo con un gobierno que mediante artilugios leguleyos suspende indefinidamente el referendo revocatorio y aplaza a su antojo las elecciones de gobernadores y alcaldes.
Porque el CNE es un poder público más, no una institución garante de la democracia, y como muy claro lo dijo Luisa Estela Morales: “La separación de poderes atenta contra la eficiencia del Estado”. Es decir que los poderes públicos deben estar sometidos al poder ejecutivo, que es el jefe del Estado. Y otro fulano de la misma estirpe sentenció que en este país habrá elecciones cuando la situación económica garantice que las ganarán ellos. O sea nunca.
Pero según los buenos oficios de su santidad, hay que perdonar y poner la otra mejilla y sentarse a avalar los desmanes y tropelías democráticas del Gobierno. Hay que sentarse a conversar de lo más diplomáticamente con un gobierno que mantiene en las cárceles, con tortura física y psicológica a más de un centenar de presos políticos, cuyas madres y esposas son vejadas de la manera más abyecta por miserables esbirros que manchan madre y uniforme con su vómito moral.
Pareciera que tampoco se ha entendido claramente que aquí, en este valle de enfermedades y hambrunas, de malandros y pobreza, se enfrentan dos irreconciliables corrientes históricas: política vs revolución. La política es, espíritu democrático mediante, tolerancia, diálogo, negociación, parlamento, imparcialidad jurídica, elecciones libres y secretas. La revolución es prepolítica. Lo suyo es imposición, violencia y arbitrariedad. Y fracaso, como todas, salvo la estadounidense. El disenso es penado con suspensión de prebendas a la sumisión por la supervivencia. Y allí está enarbolado el carné de la patria como evidencia. No hay diálogo posible con un delincuente que nos exige la cartera a punta de pistola. Se obedece o se pierde la vida. Yo sí creo en el diálogo como expresión de la política y de la civilización, pero quienes no creen en el diálogo son ellos, y lo usan para correr la arruga, para escapar por la tangente, para llegar ilesos al dos mil y dele sin un rasguño en la chequera. Diálogo tuvieron los militares con Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. O los rusos con los alemanes en Berlín en 1945. Esos sí fueron diálogos fecundos y verticales.Si no queremos ser etiquetados como violentos, tenemos que aceptar otra farsa descosida como tantas otras veces en las cuales la oposición y el empresariado han sido sentados a dialogar, tanto con Chávez como con Maduro, para terminar, siempre, con el sonrojo de la burla cruel de los verdugos de la patria, que con el mazo dando se han salido hasta ahora con la suya, imponiendo las directrices cubanas de miserabilización social y persecución política. Pero si el papa quiere diálogo, hay que complacerlo -“hay una minúscula minoría que no quiere diálogo”- por el que dirá ese señor si no lo hacemos. Aunque el gobierno, a través de su TSJ privado, haya conseguido por decreto judicial que Maduro no es colombiano, condenar a los partidos políticos, salvo el PSUV, a desaparecer si no recogen las firmas para la renovación de su patente de funcionamiento. Como si de bodega se tratara. Anular la función contraloras de la Asamblea Nacional y prohibir a la Contraloría General de la Nación tocar, ni con la más ligera tilde, los negocios militares, para solaz de corruptos, como hizo feliz a Rafael Ramírez al suspender la investigación abierta por el desvío de once ml millones de dólares, dentro del escandaloso desfalco de trescientos mil millones desaparecidos entre gallos y medianoche. Corrupción asombrosa que ha sumido al pueblo venezolano en la crisis humanitaria que lo raquitiza. Pienso que todavía ni pueblo ni partidos de oposición ni comunidad internacional han comprendido a cabalidad la dimensión de un tribunal supremo de justicia como apéndice complaciente de un régimen de talante dictatorial. Por eso muchos de ellos insisten en el diálogo como vía para detener el deterioro sostenido de los derechos civiles de los venezolanos. Y parece que su insistencia ignora que el gobierno, una vez conjurado el peligro que lo amenaza, volverá a lanzar sus habituales flatulencias contra los ingenuos dialogantes. Como tantas otras veces. Diálogo de cochino con caimán.
Ser chavista en el barrio concede uno de dos estatus: ser comisario del régimen para colaborar en la opresión a sus imagen y semejanza o ser pendejo hambriento en una cola con el carné de la patria entre los dientes, confundido con el resto de los pendejos hambrientos sin carné”. |
La situación es crítica… para todos
Exceptuando el latrocinio del chavismo de la godarria y la bulla televisiva de Maduro exaltando a un esclavista como Zamora, el socialismo siglo veintiuno ha sido un fracaso vil, una réplica de la miserable revolución cubana que se mantuvo en el poder por razones de la guerra fría y luego porque los gringos se negaron a alimentar a 11 millones de pordioseros inservibles e irrecuperables para la dignidad. Así que la situación que estamos viviendo los venezolanos es perfectamente descriptible: hambre y desolación por culpa de una pandilla de corruptos ineptos, protegidos por la fuerza de las armas. La crisis nos afecta a todos los habitantes de esta nación. Ser chavista en el barrio concede uno de dos estatus: ser comisario del régimen para colaborar en la opresión a su imagen y semejanza o ser pendejo hambriento en una cola con el carné de la patria entre los dientes, confundido con el resto de los pendejos hambrientos sin carné. El dilema social es si consigues comida y si los reales alcanzan para comprarla. Comprar por gramos es la nueva cultura. La bolsita plástica, llamada teta, se usa ahora para vender aceite, azúcar, arroz. Un chorrito para que el huevo, que vale una fortuna, no se pegue en el sartén de hojalata. Una pizca para quitar el amargo al café recolado hasta que la borra aguante. Una agüita de arroz para el tetero del muchachito. Y Maduro vocifera que semos potencia. Que los gringos nos envidian. Y Padrino acelera los motores de su mente. Y el corral aplaude. Y los políticamente correctos piden diálogo. Mirando hacia la luna.
Comunista con fusil es dictador
Lo cierto es que aquí se acabó el pan de piquitos. El pueblo, todo el pueblo, está solo frente a un gobierno con ansias de eternidad. Porque el liderazgo opositor se quedó desfallecido por la terrible amenaza de la criminalización de la política. Y mientras los fusiles apunten al pueblo el gobierno conculcará derechos. Y lo seguirá apuntando porque el generalísimo Padrino López ha dicho que las FANB son revolucionarias. O sea de izquierda. Es decir comunistas. Y eso solo significa dictadura militar. Porque comunista con fusil es dictador. Es demócrata cuando los fusiles lo apuntan a él. Y las dictaduras militares no se caen. Las tumban. ¿Y con eso se pretende dialogar? Sale pa’ llá.