El título de este artículo lo he tomado de algunas personas que manifiestan
preferir seguir incrementando su grasa abdominal, pero como dice la canción:
todo tiene su final, llega un día en que la salud les pasa factura. Prefiero
ubicarme en la acera opuesta, porque creo que, el ejercicio físico no solo es
una herramienta poderosa para mantenernos en forma, sino también una clave
fundamental para mejorar nuestra calidad de vida en todos los aspectos.
Adoptar un estilo de vida activo trae consigo una gran cantidad de beneficios
que impactan tanto al cuerpo como a la mente. Desde la prevención de
enfermedades hasta la mejora del bienestar emocional, la actividad física es
una inversión invaluable en nuestra salud. El impacto positivo del ejercicio en el
cuerpo humano es ampliamente reconocido.
Practicar actividad física regularmente fortalece el corazón y mejora la
circulación sanguínea. Ejercicios como correr, nadar o andar en bicicleta
ayudan a: reducir la presión arterial; disminuir los niveles de colesterol LDL
(“colesterol malo”) y aumentar el colesterol HDL (“colesterol bueno”). Como
resultado, se reduce significativamente el riesgo de enfermedades
cardiovasculares.
El ejercicio ayuda a quemar calorías y a mantener un equilibrio energético
saludable. Actividades como caminar, bailar o realizar entrenamientos de
fuerza contribuyen al control del peso y previenen la obesidad, un factor de
riesgo para diversas enfermedades.
El entrenamiento de resistencia y los ejercicios de impacto, como el
levantamiento de pesas o el yoga, fortalecen los músculos y aumentan la
densidad ósea. Esto es particularmente importante a medida que envejecemos,
ya que ayuda a prevenir condiciones como la osteoporosis y la sarcopenia.
Prácticas como el Pilates, el Tai Chi o el estiramiento regular aumentan la
flexibilidad, lo que puede prevenir lesiones y mejorar la postura. Además,
trabajar el equilibrio reduce el riesgo de caídas, especialmente en personas
mayores.
El ejercicio moderado y regular estimula el sistema inmunológico, lo que ayuda
a prevenir enfermedades comunes como resfriados y gripes. Además,
contribuye a una recuperación más rápida en caso de enfermedad.
El impacto del ejercicio no se limita al cuerpo; también tiene efectos profundos
y positivos en nuestra mente.
La actividad física estimula la producción de endorfinas, también conocidas
como las “hormonas de la felicidad”, que ayudan a aliviar el estrés y la
ansiedad. Incluso un paseo corto al aire libre puede marcar una diferencia
significativa en el estado de ánimo.
Hacer ejercicio de manera regular ayuda a regular los ciclos de sueño,
permitiendo que el cuerpo se relaje más fácilmente. Esto conduce a un sueño
más profundo y reparador, lo que a su vez mejora la concentración y el
rendimiento durante el día. Si a esto le agregamos una dosis de magnesio, el
sueño será profundo y reparador.
Al observar mejoras físicas como el aumento de la fuerza, la resistencia o la
pérdida de peso, muchas personas experimentan un aumento en su autoestima
y confianza. Además, cumplir con los objetivos de entrenamiento puede
generar un sentimiento de logro y satisfacción personal.
El ejercicio ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de la depresión leve a
moderada. La actividad física regular promueve cambios positivos en el
cerebro, como el aumento de la neurogénesis (la formación de nuevas células
cerebrales) y la liberación de neurotransmisores que mejoran el estado de
ánimo.
Aunque pueda parecer contradictorio, hacer ejercicio regularmente aumenta los
niveles de energía. Mejora la eficiencia del sistema cardiovascular y ayuda a
que el cuerpo use el oxígeno y los nutrientes de manera más efectiva.
Si a consecuencia de la lectura de este artículo decides iniciar un periodo de
entrenamiento, aquí te dejo algunos consejos. Son experiencias de alguien que
lleva años entrenando ininterrumpidamente:
Debes elegir una Actividad que Disfrutes: Ya sea bailar, caminar, nadar o
practicar deportes, encontrar algo que te guste hará que sea más fácil
mantener el hábito.
Comienza Poco a Poco: Si eres principiante, empieza con sesiones cortas y de
baja intensidad. A medida que tu cuerpo se acostumbre, puedes aumentar la
duración y la intensidad.
Establece Metas Realistas: Fijar objetivos alcanzables te ayudará a mantenerte
motivado. No compitas con otros: mi lema, yo compito solo contra mí mismo.
Hazlo Parte de tu Rutina: Intenta programar el ejercicio a la misma hora todos
los días para convertirlo en un hábito. Conviértelo en tu estilo de vida.
Busca Compañía: Hacer ejercicio con amigos o unirte a clases grupales puede
ser una forma divertida de mantener la motivación.
En Conclusión, el ejercicio físico es una herramienta poderosa para mejorar la
salud en todas sus dimensiones. Desde prevenir enfermedades crónicas hasta
mejorar el estado de ánimo y la calidad de vida, sus beneficios son incontables.
Adoptar un estilo de vida activo no solo transforma nuestro cuerpo, sino
también nuestra mente, brindándonos la energía y la confianza necesarias para
enfrentar cada día con entusiasmo. ¡Empieza hoy mismo y descubre, cómo yo
lo hice, que el ejercicio físico puede cambiar tu vida!
*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
Noelalvarez10@gmail.com.