La primera vez en la bicentenaria historia republicana que los venezolanos oyeron hablar de un cono monetario fue en marzo de 2007, momento en el que el Presidente Chávez y el Banco Central anunciaron, como si fuera una nueva política monetaria, que se establecía una nueva moneda denominada en ese momento “Bolívar Fuerte”. El valor de esa nueva moneda equivalía a 1,000 de los bolívares que desde que fue establecida por Guzman Blanco en 1879, había fluctuado en paridad entre Bs 3.35 y 5.00 por dólar, hasta que el Viernes Negro de 1983 llevó a las autoridades de entonces a abrirle la compuerta a la monetización de las sucesiva devaluaciones fiscalistas que nos han traído hasta aquí.
El Bolívar Fuerte arrancaba el 1° de enero de 2008 con lo que se llamó un nuevo “cono monetario”, en el que la moneda de mayor circulación era un billete de Bs Fuertes 100. Con la paridad oficial de ese momento de Bs 2.15 por dólar su valor era casi $ 50, y si se calculaba al dólar libre o permuta, de unos $ 30. Había demorado 25 años, un cuarto de siglo, para llegar al punto de tener que quitarle tres ceros a la moneda en lo que era un claro reconocimiento qu,e después de varios fallidos intentos, Venezuela no encontraba aún el camino para estabilizar su economía.
Hoy, en menos de 10 años, ese billete, que con el típico alarde de los gobiernos petra populistas propensos a ejecutar todo lo contrario de lo que prometen, el Presidente Chávez anunciaba que “llegaría a valer $ 100”, escasamente sirve para dar una limosna. Su valor se ha pulverizado a menos de 3 centavos de dólar en el mercado libre o paralelo y 15 centavos si se toma la tasa oficial más alta, la DICOM. No podría ser de otra manera, pues de entonces acá hay, oigase bien, ¡75 veces más dinero en circulación que los que había en 2007!, y las reservas monetarias se han reducido a la tercera parte.
Es así, con el barco haciendo aguas por toda partes, con una falta de previsión que en plena temporada navideña tiene a los ciudadanos haciendo colas en los cajeros para luego hacerlas en los mercados y farmacias, con los puntos de venta colapsado al tratar de utilizarse hasta para comprar dos caramelos, que el BCV de manera improvisada por fin anuncia, sin implementarlo de inmediato, un nuevo cono monetario cuyo billete de mayor circulación sería de Bs fuertes 20,000. Un valor 200 veces mayor al del cono que colapsa. Pero no es como para entusiasmarse mucho, pues ese billete, si es que sale en los próximos días, solo valdrá $ 5,00 a tasa libre y $ 30 a una tasa oficial a la que solo los enchufados acceden.
No hay que ser pitoniso para pronosticar que pronto será necesario quitarle tres ceros al Bolívar de hoy con una nueva moneda, que por cierto sería bueno tuviera un nombre distinto al del Libertador, para no seguirlo asociando injustamente con las políticas monetarias fallidas que nos han traído hasta aquí.
Y para quienes se pregunta hasta cuándo podrá seguir esta locura, la respuesta es hasta que haya una verdadera reforma monetaria, que, o bien dolarice la economía, o que ate la moneda local a unas regla que prohíba taxativamente la impresión alocada de circulante.
De lo contrario podemos mirarnos en el espejo de Argentina cuyo Peso Moneda Nacional (m$n) circuló con una fortaleza que recuerda nuestro Bolívar de antaño desde 1881 hasta 1969. A partir de ese momento, en el que se le quitaron dos ceros, hubo tres moneda adicionales hasta llegar al Peso Convertible de hoy. Para cuando ese entró en circulación, había sido necesario eliminarle 13 ceros a las sucesivas monedas en un lapso de 23 años. Cualquier similitud con lo que sufren los venezolanos de hoy no es casual, sino producto de la empecinada aplicación continuada de políticas económicas erradas.