“Soy un sombrero”. La mujer lo afirma y reafirma. No se identifica como uno, no se cree uno: es un sombrero. Nadie puede convencerla de lo contrario. Ella lo defiende al frente de todos, frente al público expectante de comprender cuál es su historia y ante los dramaturgos y directores de la pieza Anomalías que la acompañan en el escenario de La Caja de Fósforos. Es un sombrero, explica, porque su esposo Oliver la percibe de esa forma. Parece una historia fantástica, muy teatral, pero su relato está basado en hechos reales y es uno de los casos científicos que forman parte de la obra. Desde el pasado 6 de junio y hasta el 5 de julio, la pieza, que es producto de una extensa investigación, se presenta todos los viernes a las 7:00 pm, sábado y domingo a las 6:00 pm en Bello Monte para explorar los límites de la mente. Este jueves 19 de junio tendrá una función especial a las 7:00 pm.
Bajo la concepción de Ricardo Nortier, quien también dirigió y escribió uno de los cinco casos representados, Anomalías abre la puerta del inconsciente para indagar, desde allí, en las complejidades de la mente y expresarlas por medio del juego teatral. Sobre el escenario de piso blanco cuelgan del techo estructuras metálicas recubiertas de malla como si se representaran con ellas las múltiples capas del inconsciente. Un elenco conformado por Rossana Hernández, Carlos Arráiz, Omaira Abinade, Antonio Ruiz, Margarita Morales y Anthony Castillo entra y sale de escena para contar sus historias. Todos interpretan más de un personaje durante la hora y media que dura la pieza.
Los cinco casos clínicos que se representan están basados en los relatos del neurólogo y escritor británico Oliver Sacks y en los del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. “La mujer del hombre que la confundió con un sombrero”, versionada y dirigida por Ricardo Nortier; “El click fotográfico”, versionada y dirigida por Andrea Levada; “El hombre de las ratas”, versionada y dirigida por Jeizer Ruíz; “La enfermedad de Cupido”, versionada y dirigida por Patricia Castillo y “La dama desencarnada”, versionada por Ana Melo y dirigida por Nortier.
A través de estos cinco dramaturgos y directores, La Caja de Fósforos vuelve a apostar por un teatro diferente y exigente. Estos cinco casos emblemáticos, que marcaron la historia de la psicología y la neurociencia, se representan con rigor y meticulosidad, pero también con mucha poetización de lo roto, lo fragmentado, lo raro, lo oculto y lo humano. Anomalías es una exploración de la mente y sus metáforas, y el producto de una investigación creativa que duró cuatro meses. Es, además, el resultado del arduo trabajo de un equipo conformado por 14 personas entre actores, directores, técnicos y diseñadores.
Anomalías: lo que no se expresa, regresa
La obra Anomalías no es un proyecto teatral convencional. A diferencia de otras propuestas actuales en la cartelera, la pieza tuvo que escribirse casi desde cero. En redes sociales, además, se ha promocionado con fotos de sus actores o sus dramaturgos vestidos de negro al lado de la banda Moebius de color anaranjado, un símbolo que utilizan los psicoanalistas para representar el inconsciente. Se trata de un objeto geométrico con propiedades únicas ya que cuenta con una superficie de una sola cara y un solo borde. “Las anomalías no siempre se esconden… Lo que no se expresa, regresa”, se lee en las publicaciones del proyecto concebido por Ricardo Nortier quien, desde hace tiempo, tenía la intención de materializar la idea.
“Anomalías es un proyecto bastante diferente. Es una forma de teatro que representa casos reales, psiquiátricos y psicológicos. Yo tenía una idea de que estas historias, que escribieron Freud y Sacks, eran muy teatrales. Hay una teatralidad muy grande detrás de los casos y cómo el cuerpo responde a ciertas imposiciones de la mente. También se ve cómo la mente cae al cuerpo y lo transforma y cómo el cuerpo se retuerce. Hay una gran expresividad detrás de todo lo que es, o se puede llamar, anomalía de las enfermedades mentales. O la diferencia que puede existir en ciertas conductas como la histeria u otra manifestación de la mente y cómo esta cae al cuerpo. Existe teatralidad detrás de todo esto”, explica.
Cuando pensó en la idea se dio cuenta de que su prioridad era concebir un espectáculo en el que pudiera jugar un poco y contar las historias. Eso sí, no quería basarse solo en la perspectiva científica ni en la presentación metódica de los casos, algo que se hace mucho en psicología. Nortier quería hacerlo desde la perspectiva del teatro, explorar e investigar cómo el teatro enfrenta esas historias para poder contarlas desde las tablas.
Así, pues, lo primero fue escoger los cinco relatos que le parecían más interesantes para luego dárselos a cada uno de los dramaturgos y directores que lo acompañarían en el viaje. Para la selección pensó en cómo eran los relatos y los directores. “Fui escogiendo: este cuento es para Jeizer, este para Patricia, este para Andrea y este para Ana Melo. También hice la versión de uno de ellos, ‘El hombre que confundió a su mujer con un sombrero’ un poco para que también los directores pudieran investigar sobre este comportamiento”, cuenta.
El objetivo también estaba bastante claro: aplicar el psicoanálisis y, a través de él, contar la historia para acercar esta disciplina al público teatral. Nortier lo creía posible desde el inicio porque cree que el arte está muy cerca del psicoanálisis. A Freud le gustaba mucho el arte, Jacques Lacan, psiquiatra y psicoanalista francés, también era un gran actor. “Todo se comunica: la psicología con el teatro y el teatro con la psicología. Uno agarra al otro siempre para contar historias porque son historias humanas. Son historias sobre el sufrimiento humano pero no quería dar un carácter demasiado científico sino poetizar, hacer una metáfora de la mente y del inconsciente”.
Profundizar más y más
Como un proyecto atípico, los tiempos para que Anomalías estuviera lista tampoco fueron regulares. El equipo tuvo que escribir la dramaturgia una vez Nortier terminó su proceso de investigación y búsqueda personal para escoger los casos que se representarían. También tuvo que estudiar qué decía cada uno de los casos y cómo podían hablarse entre ellos porque, como director, quería un espectáculo dinámico. No quería aburrir al público.
Una vez tuvo los casos, llamó a los directores que lo acompañarían. Su selección la hizo basándose en aquellos que pasaron o participaron en los talleres de dramaturgia y dirección impartidos por La Caja de Fósforos. “Ellos ya han hecho dos talleres con Orlando Arocha y ya están en el mercado tanto escribiendo como dirigiendo. Ya tienen una historia, aunque son muy jóvenes. Llamé a cada uno de ellos y les presenté la propuesta”.
Pero además de escribir y dirigir, Nortier les advirtió un último reto: debían actuar junto al elenco en una dinámica en la que no solo se rompe la cuarta pared sino que también representa un constante cambio entre el adentro y el afuera de la mente. “Les dije que ellos iban a estar actuando dentro de la historia porque Anomalías juega con ese dentro y fuera de la historia para generar ese adentro y fuera del juego como el adentro y fuera del inconsciente, o el adentro y afuera de la imagen que usamos: el Moebius”.
Las dificultades existieron desde el principio. La dramaturgia se revisaba constantemente porque el equipo nunca estaba satisfecho con el resultado final. Nortier confiesa que cada vez que los leían, sentían la necesidad de profundizar más y más. Luego, comenzó el trabajo con los actores, una etapa en la que vieron esas dramaturgias cobrar vida en el escenario para probar si funcionaban. Tuvieron que hacer cambios, al principio todo era muy científico.
“Era como muy científico a veces, era como mucha información científica, nos empezamos a preguntar dónde estaba la parte emocional. Empezamos a trabajar mucho con los actores. Fueron cuatro meses de investigación muy profunda donde todos estábamos intentando entrar en este universo que no es nada fácil”, comenta.
Luego, en el proceso, decidieron apoyarse en la tecnología también porque necesitaban representar el inconsciente y crear sensaciones en el público. El propósito era hacer que este se metiera un poco en el inconsciente de los personajes. Para ello contaron con el apoyo de proyecciones y micrófonos así como un mecanismo ideado para hacer de la escenografía algo dinámico. “Todas estas sensaciones que tiene la obra fue lograda con mucha investigación a partir del apoyo visual y artístico. Podemos decir que hay una instalación de arte en La Caja de Fósforos”, describe.
A pesar de que la obra ya se estrenó, Nortier confiesa que en cada función o ensayo descubren cosas nuevas. Es una experiencia rara, afirma, porque con Anomalías abrieron una puerta para entrar a un lugar que no es un sitio muy cómodo. Para él no hay dudas: abrieron la puerta del inconsciente y se enfrentaron con sus fantasmas, miedos, inseguridades, locuras y particularidades. “Cada vez que abrimos la puerta y veo las palabras en boca de los actores, personajes, es como si uno hiciera un pequeño psicoanálisis viendo la obra y participando de ella. Porque cada uno tiene esas particularidades. La normalidad no existe, es una construcción y lo que existe son muchas particularidades. Eso es lo bonito del ser humano”. (EN)