En el país de la gasolina más barata del mundo casi no se producen ni se venden automóviles.
La industria automotriz de Venezuela, que llegó a exportar a países vecinos, ha caído en los últimos años hasta casi desaparecer, víctima de la crisis que golpea al país y de su propio modelo importador.
Este lunes, 400 trabajadores de la fábrica de FCA (la antigua Chrysler) en Valencia, tercera ciudad más grande del país, se reincorporaron para terminar de ensamblar 110 vehículos.
Después de esas dos semanas, volverán a casa. Allí se encuentran también hasta junio los empleados de Ford, la marca de mayor producción.
Las plantas de la zona industrial de Valencia, que concentra el 75% del ensamblaje de vehículos en Venezuela, están vacías. De los 11.000 trabajadores directos, apenas 2.000 están activos, según los sindicatos.
Los salones expositores de muchos concesionarios en Caracas también cerrados o desolados.
«Calculo que las fábricas operan al 10% de su capacidad», dice a BBC Mundo Damiano del Vescovo, presidente de la cámara de empresarios del estado Carabobo, en el centro-norte del país, cuya capital es Valencia.
Según el sindicato de trabajadores de FCA (Fiat Chrysler Automobiles), en 2017 la marca prevé fabricar 600 vehículos cuando la planta tiene capacidad para hacer 14.000 unidades. Es un caso similar al de Ford o General Motors, con sede también en Valencia.
Pero los datos no acaban ahí. Una industria que llegó a producir 170.000 automóviles en el año 2007, en 2016, a falta de los datos de diciembre, apenas produjo 2.768, según los datos de la Cámara Automotriz de Venezuela.
«La peor crisis desde que se instaló la industria en 1962», afirman los sindicatos.
De enero a noviembre de 2016, la producción se contrajo un 75,6% respecto del mismo periodo de 2015.
Los motivos
Pero ¿cómo se ha llegado a esta situación?
En Venezuela, más que producir, se ensamblan vehículos. Y para eso, las automotrices requieren importar gran parte de los materiales.
«Desde hace más de tres años las casas matrices no envían a las ensambladoras los componentes para el ensamblaje de vehículos», explica Del Vescovo.
Y eso de debe a que las filiales venezolanas no han podido acceder a dólares, que en Venezuela se encarga de distribuir el Estado, ni repatriar el capital ni cambiar sus bolívares, que han perdido valor con velocidad en los últimos años.
La crisis ha hecho que esos dólares preferenciales que desde el Estado y durante años fluyeron sin cortapisa a las automotrices en época de bonanza petrolera se hayan acabado. Ahora el país ingresa menos divisas y se destinan a productos de primera necesidad, que igualmente escasean.
El gobierno, que importa de China gran parte del parque automotor del Estado, no respondió a la petición de BBC Mundo de hablar con los responsables de industria y comercio.
La época del boom
Todo era diferente en 2005, 2006, 2007 y 2008, cuando se fabricaban al año hasta 170.000 vehículos y se importaban otros tantos debido a la alta demanda.
Aquellos eran tiempos en los que además el Estado subvencionaba los vehículos y exoneraba del pago de impuestos. Escaso precio y créditos bancarios fácilmente disponibles propiciaron el boom. El vehículo era un lujo al alcance de casi todos.
«Por dejarlo claro: el comprador entonces de un Ford Explorer no es el mismo que el de ahora», me dice un vendedor de un concesionario Ford en Caracas que prefiere mantener el anonimato.
El precio ahora es mucho más caro, cercano al internacional.
En los buenos tiempos, en 2007, el empleado del concesionario podía vender hasta 25 vehículos al mes. Ahora, tres, dos o incluso uno solo.
El bajo precio creó una alta demanda que la oferta no podía satisfacer. Por ello, quien accedía a un vehículo nuevo podía venderlo poco después y no sólo recuperaba el dinero, sino que con lo que ganaba era capaz de adquirir otro recién salido de fábrica.
Y todo ello con un tanque lleno de gasolina más barato que una barra de pan o una botella pequeña de agua. Eso sí se mantiene.
«Es una industria a imagen y semejanza del rentismo petrolero: la baja en ingresos de divisas tiene como consecuencia la caída de la producción», dice a BBC Mundo Christian Pereira, presidente de la Federación Unitaria de Trabajadores de la Industria Automotriz, Autopartistas y Conexos (Futaac).
El declive
A partir de 2013 empezó un declive que se acentuó en 2015 y 2016 y que promete continuar en 2017 ya que Ford, que produjo 2.253 de los 2.768 vehículos de todo el sector en 2016 (a falta de los datos de diciembre), parará hasta junio.
Ford es la marca mejor posicionada en Venezuela. A finales de 2015 firmó con el gobierno un convenio que le permite vender sus vehículos parte en dólares y parte en bolívares. La idea es que las firmas puedan generar sus propias divisas para mantener activa la industria.
Ese modelo fue seguido luego por otras firmas, pero de momento los resultados no son los esperados, ya que sólo pueden acceder a compra particulares y empresas con una buena cantidad de divisas. Y eso escasea en tiempos de crisis.
«Las matrices mantienen las factorías, pero prácticamente están en cierre técnico«, dice Del Vescovo, presidente de los empresarios del estado Carabobo.
La supervivencia
De las automotrices consultadas sólo Toyota respondió las preguntas de BBC Mundo sobre su situación, la de la industria en general y sobre cómo sobreviven.
«Toyota está comprometida con el mercado venezolano y seguimos siendo moderadamente optimistas sobre la prosperidad futura de este gran país. Nuestro plan es continuar maximizando nuestras operaciones para estar listos cuando el mercado se recupere«, dijo una portavoz de la firma japonesa.
La mayor parte de las transnacionales, como Ford, han sacado de sus resultados consolidados las operaciones en Venezuela para que esas pérdidas actuales no se vean reflejadas en los balances corporativos y las acciones en bolsa no se vean comprometidas.
Y además pueden vivir de las rentas y beneficios del pasado.
«Las fábricas y concesionarios que supieron administrar un poco en la época de vacas gordas tienen más posibilidades de resistir que los que no tomaron sus previsiones», dice el vendedor del concesionario Ford.
«El control de cambio le vino como anillo al dedo a esta industria», afirma el sindicalista Pereira.
«Terminaron produciendo menos y obteniendo más ganancias que en otras partes del planeta«, agrega sobre el dólar protegido, que les daba a las automotrices una gran capacidad de importar.
«Por eso han resistido, por eso no se han ido», asegura.
El presidente Nicolás Maduro destacó este miércoles la «potencialidad inmensa» de la industria, incluso para exportar, y culpó de la situación a la no aplicación de las medidas ya aprobadas.
¿Y el futuro?
Pese a las cifras, puede que no se haya tocado fondo.
Aunque a corto plazo aumentaran los ingresos por petróleo, difícilmente el gobierno los destinaría de nuevo al sector si continuara la escasez de alimentos y medicinas, entre otras cosas.
«En más de 70 años la industria no ha sido capaz de pasar de un modelo de ensamblar a otro de producir autopartes», critica el líder sindical Pereira no haber cambiado de mentalidad en la época de bonanza.
Es el lamento más escuchado en cualquier sector de la economía de un país poco preocupado en producir mientras el petróleo le daba todo.