El 25 de agosto de 2012, a la 1:07 de la madrugada, una fuerte explosión sacudió la refinería de Amuay, en el estado Falcón, en lo que se considera la peor tragedia industrial en la historia de Venezuela.
El estallido, provocado por una fuga de gas propano que formó una nube inflamable, generó una onda expansiva que devastó parte del Complejo Refinador Paraguaná (CRP) y causó daños a más de 1.600 viviendas, comercios y al destacamento 44 de la Guardia Nacional.
El saldo fue trágico: 48 personas murieron y 156 resultaron heridas. Las llamas consumieron nueve tanques de almacenamiento y los equipos de emergencia tardaron tres días en extinguir el incendio.
En su momento, el entonces ministro de Petróleo y Minería, Rafael Ramírez, atribuyó la explosión a una falla en los sellos de las bombas de almacenamiento. Sin embargo, investigaciones posteriores coincidieron en que se trató de un accidente evitable, consecuencia de deficiencias en mantenimiento, supervisión y formación del personal, advertidas desde años anteriores.
Lecciones que siguen vigentes
La tragedia de Amuay puso en evidencia la vulnerabilidad del sector energético venezolano y la necesidad de aplicar estándares internacionales de seguridad industrial. Expertos insisten en que la prevención de desastres de esta magnitud requiere protocolos estrictos, sistemas de alerta temprana, auditorías constantes y capacitación especializada del personal.
En la industria energética mundial, la gestión de riesgos es hoy una prioridad transversal: identificar y controlar peligros en todas las etapas operativas, garantizar la seguridad de las comunidades cercanas y salvaguardar el medio ambiente. Estas prácticas, de acuerdo con analistas, contrastan con la falta de inversión y la precariedad que aún caracteriza a buena parte del sector petrolero venezolano.
A trece años de los hechos, organizaciones como Gente del Petróleo recuerdan con respeto a las víctimas, sus familiares y a la comunidad de Amuay. La fecha sirve como recordatorio de que la seguridad no puede ser relegada, y de que cada vida perdida exige compromiso con la transparencia, la prevención y la profesionalización de la industria.
«deseamos que nunca más se repita este tipo de tragedia. (EN)
